UN PERRO LLAMADO "NEGRO"


Miércoles 11 de marzo de 2009

"Negro"
El creía ser una persona. O que nosotros perros. Ya sea por cariño o simple desidia, nunca se lo aclaramos.

Venía sólo de paso. Una amiga me había solicitado entregarlo. Su eventual dueño, por algún motivo que no recuerdo, lo rechazó. Y no sabiendo qué hacer, lo traje a casa.
Era una pelotita juguetona, negra como el carbón, y en tanto yo pensaba a quién darlo, mis hijos empezaron a buscarle nombre. Allí supe que ya no se iría. Y "Negro", por llamarlo de alguna manera, mientras hallábamos uno definitivo, fue el apelativo que le dimos.
Hasta ese momento nuestra política para con los animales, había sido "perros, en su lugar". Pero éste, poco a poco, se fue encaramando en los muebles, así como en nuestros corazones. Era enemigo jurado de los pedigüeños y del cartero, de seguro en defensa de nuestros intereses, ante la insistencia de los primeros y la persistencia del segundo, en traer más cuentas que buenas noticias.
Mi esposa lo rechazaba, pero el "Negro" fue ganándose su cariño de modo tal que terminó llamándolo "hijo" y queriéndolo como si lo fuera.
Tenía vocación de trotamundos y a mí me pedía permiso. Saltaba a mi regazo, y a lengüetazos ponía de manifiesto sus deseos. Cuando finalmente me dirigía a la puerta, sus saltos y piruetas se tornaban incontrolables ante la certeza de la salida. Sus paseos se volvieron habituales, por lo que mis aprensiones se fueron disipando.
Una mañana, entre sueños, sentí llamar desde la calle. Antes me había levantado a soltar al "Negro" y había retomado el sueño. "Vecino, ¿su perrito esta adentro?" Al oír mi negativa, dijo sin dudar "¡Entonces es él al que atropellaron a la vuelta, está muerto!"
Me cubrí la cara con la mano y dije con voz ahogada "¡Debe estar equivocada, vecina!", y cerré la puerta.
Quisiera arrancar para siempre de mi memoria esos momentos. Ese día lloramos como niños ante el cuerpo exánime de nuestro querido perro.
Mi esposa no se encontraba en la ciudad. La llamé, para decírselo. A modo de consuelo, mencioné que quizá alguna desgracia iba a caer sobre nosotros, y Dios en su infinita misericordia la desvió a nuestro perro. Y el "Negro" aceptó, gustoso.
Este pensamiento me consuela, pero sigo extrañándolo cada hora del día. Y aunque permanece sepultado en nuestro patio, todas las mañanas va a comprar junto a mí. Y lo veo correr y dar saltos en mi imaginación.

Carlos Morales Fredes (Rapsodas Fundacionales)

Diario La Estrella

Arica - Chile.

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