ATEA
COMUNICADO DE PRENSA
El Ayuntamiento de Vitoria continúa incumpliendo la Ley Vasca de Protección Animal
y haciendo caso omiso de las Recomendaciones de su Síndico
La Asociación para un Trato Ético con los Animales (ATEA) desea llegar a la opinión pública su indignación por lo que considera un flagrante incumplimiento de la normativa vigente en materia de protección animal por parte del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, que al mismo tiempo desatiende las Recomendaciones formuladas en su día por su propio Síndico.
Nos referimos en concreto al Circo Holiday, que ha inundado las paredes de la ciudad con carteles publicitarios, anunciando el comienzo de su espectáculo para el próximo viernes. Se da la circunstancia de que es éste el mismo circo al que en su día Javier Otaola giró una doble visita en compañía de varios representantes de ATEA, elevendo a raíz de ello una Recomendación en la que se afirmaba que el consistorio no debería haber permitido la instalación del zoo anexo que le acompaña, por incumplir la normativa vigente en materia de protección animal en Euskadi.
En cuanto al espectáculo del circo en sí, cabe recordar que la Ley 6/1993, la única genérica de protección animal vigente en la CAPV, incluye en su articulado aspectos que consideramos incompatibles con los tradicionales circos que se sirven de animales para sus números. En efecto, el Artículo 4.1 obliga a los poseedores de cualquier animal, entre otras cosas a “darle la oportunidad de ejercicio físico y atenderle de acuerdo con sus necesidades fisiológicas y etológicas en función de su especie y raza”. Por otro lado, el Artículo 4.2.f (y referido igualmente a los animales) prohíbe explícitamente “Imponerles la realización de comportamientos y actitudes ajenas e impropias de su condición o que impliquen trato vejatorio”. Estos dos puntos, y en especial el segundo, parecen estar específicamente pensados para un escenario como el tradicional circo, donde los números con animales se basan en la obligación impuesta de comportamientos que para ellos no tienen ningún significado natural, y que sólo son posibles a través de una “educación” basada en los castigos psicológicos y en la agresión física. Por si había alguna duda sobre este último extremo, rescatamos para la ocasión la lacónica pero heladora respuesta que ofreció al Síndico en su día uno de los operarios al que aquél preguntó sobre los métodos que empleaban con los animales para que aprendieran a hacer sus números. “A palos”, se limitó a contestar.
Este cruel espectáculo visita con asiduidad las principales ciudades vascas, trayendo consigo una colección de seres a los que se explota hasta el final de sus días, confinándolos de manera permanente en reducidos espacios, con una pésima alimentación, “enseñados” a base de malos tratos y de una brutal represión de sus instintos básicos. Si mantener retenida a una persona durante semanas se considera un secuestro y una tortura, ¿por qué nos parece justificable confinar a un hipopótamo o a un león en una diminuta jaula durante toda su vida? Si asumimos como algo inaceptable utilizar en la educación de los niños los castigos corporales, ¿por qué admitimos este mismo hecho cuando se trata de caballos o tigres en el circo? En todos los casos mencionados, las consecuencias para las víctimas son exactamente las mismas, con independencia de la especie biológica de la víctima. Y, por otra parte, no olvidemos que los animales utilizados en los circos son vertebrados y mamíferos, exactamente igual que lo somos los seres humanos, con lo que la comparación cobra fuerza.
ATEA entiende que las instituciones encargadas de hacer cumplir la mencionada Ley hacen una vergonzosa dejación de sus obligaciones. Esto es así desde siempre, una vez tras otra, y en la más absoluta impunidad. A pesar de las constantes llamadas de nuestra organización para que actúen en un terreno que debería responder a su propia iniciativa y responsabilidad, los ayuntamientos miran para otro lado, y de puertas para dentro ponen sobre la mesa argumentos tan burdos como que “la ley es muy ambigua” y que “necesita modificaciones”. Pero a renglón seguido no lideran iniciativa alguna en ese sentido, tras más de trece años y docenas de oportunidades para haberlo hecho en el tema que nos ocupa. La actitud institucional en este terreno es más propia de un poder condicionado en mayor medida por la corrección política que por algo tan elemental en un estado de derecho como el cumplimiento de las leyes, como se supone que corresponde a una sociedad democrática y progresista.
Si la dejación en sus obligaciones a la hora de cumplir la ley es en sí grave, más aún lo es la absoluta pasividad que muestra el consistorio vitoriano ante las Recomendaciones de una figura en teoría referencial como es el Síndico, que ya en 2003 se posicionó de manera clara a la hora de sugerir la prohibición de los espectáculos musicales callejeros que ocasionalmente se sirven de animales (generalmente una cabra), por considerar que “en ellos se les veja y obliga a actitudes que les son impropias”. No es difícil trasladar este mismo razonamiento a la realidad del circo, donde ese mismo hecho se multiplica y se hace más notorio por el visto bueno que recibe de la Administración.
Con similar contundencia se expresó la misma figura institucional a la hora de condenar la exhibición de animales que el circo que nos ocupa trae consigo en forma de zoo, y sobre el que el Síndico manifestó en su día que el mismo no respetaba las necesidades etológicas de los animales, para recomendar formalmente “que en el futuro NO SE AUTORICE al Circo Holiday, ni a otros que no cumplan los requisitos del Decreto 444/94 de Núcleos Zoológicos la actividad de Exposición Zoológica ambulante”. La Recomendación tuvo lugar en marzo de 2003, fecha desde la que el mencionado circo ha visitado la ciudad en diversas ocasiones, sin que el ayuntamiento haya hecho efectiva la misma.
De todo lo aquí expuesto se infiere que la institución local está haciendo una gravísima y constante dejación de sus responsabilidades más elementales, lo que como mínimo le coloca una comprometida situación a la hora de exigir a los ciudadanos el cumplimiento de la normativa municipal en cualquier campo. ¿Qué autoridad moral tiene un ayuntamiento para hacer cumplir las leyes cuando él mismo hace oídos sordos ante aquéllas que no le interesan? ¿Cuál es la razón exacta por la que ATEA (por poner un ejemplo) debe cumplir las normas que le son aplicables ante una institución que no hace lo propio?
Resulta muy poco edificante que desde el mundo animalista, compuesto en su mayoría por voluntarios y voluntarias, tengamos que poner especial énfasis en algo tan evidente como el cumplimiento de las leyes. Desde ATEA emplazamos a las instituciones y departamentos implicados a que de una vez por todas asuman con coraje sus obligaciones, y a los grupos políticos que conforman el consistorio a que abandonen su tradicional postura acomodaticia en este campo.
ATEA
Asociación para un Trato Ético con los Animales
9 de octubre de 2006
www.ateaweb.com
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