Mi colega Godofredo
Bernardo Julio C.
Pocas profesiones confieren tantas posibilidades de acción, más allá de su estricto ámbito de quehacer específico, que la abogacía. No sólo se alcanza esta suerte de "sacerdocio civil" que la constituye en procura del bien común, desde un estrado tribunalicio, sino también en variados otros espacios. Cito, a modo ejemplar: la cátedra universitaria, el periodismo de opinión, la tribuna política, el sillón mullido de las asesorías privadas, etc.
Lo anterior para situar el fundamento del presente artículo. Una vieja amistad epistolar me unía con el inefable y legendario abogado germano-chileno don Godofredo Stutzin, residente desde muchos años en la campiña agreste de Lo Barnechea. Ella ha terminado la tarde en que con Alicia y Carla Alicia, nos dimos la tarea de apurar juntos la celebración plural de nuestros cumpleaños de fechas casi análogas. Godofredo, con una juvenil conducta de hombre de Derecho nos esperaba impaciente
En su refugio precordillerano nos habla de la excelencia espiritual de un hombre superior. Hoy consagrado a la auténtica pasión cultural de su vida, más allá de códigos y privilegios de marcas o patentes de inversión: la defensa moral inclaudicable de los animales y del medio ambiente. Fundador y socio emérito de la Unión de Amigos de los Animales, recordamos la defensa que hiciera su nortino visitante de un recurso de protección a favor de gatos domésticos de doña Gladys Adams, en el Colectivo Perú antofagastino, en que se hizo justicia a los mininos.
Antes de regresar a casa, el cálido nuevo amigo nos invita a conocer este templo de verdadero culto a la naturaleza misma.
Constituye un dominio soñado quizás por el propio San Francisco de Asís: perros, gatos, palomas, loros, y otros muchos de variadas especies comparten, en gozosa hermandad, un dominio que Godofredo ha erigido para su uso exclusivo y preferente. Dos gatos grandes, gordos y amistosos, se instalan junto a mi hija, enamorada de la semilla de cultura protectora de los animales.
Godofredo la mira a través de sus celestes ojos "cansados ya de ver un mundo que no cambia", y obsequia a su cordial nueva admiradora tres ejemplares de libros de su autoría. Ausencia de San Francisco I y II y "Cuando los animales tenían voz", obras que bien merecen ser conocidas, y a ello nos comprometemos.
Abro al mero capricho de mis manos uno de ellos -y concluyo este cordial abrazo de gratitud al colega Stutzin- en la cita de su relato "Perros notables".
Napoleón, acompañado de sus perros, tanto en su destierro de Elba, como en el de Santa Elena, contestó a una dama que dijo que no le gustaban los perros: "Quiere decir, señora, que no le gusta la fidelidad".
Bernardo Julio C.
Pocas profesiones confieren tantas posibilidades de acción, más allá de su estricto ámbito de quehacer específico, que la abogacía. No sólo se alcanza esta suerte de "sacerdocio civil" que la constituye en procura del bien común, desde un estrado tribunalicio, sino también en variados otros espacios. Cito, a modo ejemplar: la cátedra universitaria, el periodismo de opinión, la tribuna política, el sillón mullido de las asesorías privadas, etc.
Lo anterior para situar el fundamento del presente artículo. Una vieja amistad epistolar me unía con el inefable y legendario abogado germano-chileno don Godofredo Stutzin, residente desde muchos años en la campiña agreste de Lo Barnechea. Ella ha terminado la tarde en que con Alicia y Carla Alicia, nos dimos la tarea de apurar juntos la celebración plural de nuestros cumpleaños de fechas casi análogas. Godofredo, con una juvenil conducta de hombre de Derecho nos esperaba impaciente
En su refugio precordillerano nos habla de la excelencia espiritual de un hombre superior. Hoy consagrado a la auténtica pasión cultural de su vida, más allá de códigos y privilegios de marcas o patentes de inversión: la defensa moral inclaudicable de los animales y del medio ambiente. Fundador y socio emérito de la Unión de Amigos de los Animales, recordamos la defensa que hiciera su nortino visitante de un recurso de protección a favor de gatos domésticos de doña Gladys Adams, en el Colectivo Perú antofagastino, en que se hizo justicia a los mininos.
Antes de regresar a casa, el cálido nuevo amigo nos invita a conocer este templo de verdadero culto a la naturaleza misma.
Constituye un dominio soñado quizás por el propio San Francisco de Asís: perros, gatos, palomas, loros, y otros muchos de variadas especies comparten, en gozosa hermandad, un dominio que Godofredo ha erigido para su uso exclusivo y preferente. Dos gatos grandes, gordos y amistosos, se instalan junto a mi hija, enamorada de la semilla de cultura protectora de los animales.
Godofredo la mira a través de sus celestes ojos "cansados ya de ver un mundo que no cambia", y obsequia a su cordial nueva admiradora tres ejemplares de libros de su autoría. Ausencia de San Francisco I y II y "Cuando los animales tenían voz", obras que bien merecen ser conocidas, y a ello nos comprometemos.
Abro al mero capricho de mis manos uno de ellos -y concluyo este cordial abrazo de gratitud al colega Stutzin- en la cita de su relato "Perros notables".
Napoleón, acompañado de sus perros, tanto en su destierro de Elba, como en el de Santa Elena, contestó a una dama que dijo que no le gustaban los perros: "Quiere decir, señora, que no le gusta la fidelidad".
Antofagasta-Chile.
No hay comentarios:
Publicar un comentario