Texto de la carta enviada a la revista Veintitres a raíz de la nota publicada en edición pasada sobre Pieles, Derechos Animales, Veganismo, Acciones, y columna de opinión del autor de El peletero, Luis Gusmán.
Carta abierta al Director de la revista Veintitres .
http://www.anima.org.ar/movimientos/animaciones/voces/2007/carta-director-revista-veintitres.html
Carta abierta al Director de la revista Veintitres
Voces
La mirada del comentario y la denuncia. Mensajes y análisis del movimiento.
Año 2007
Jorge Luis PorteroCarta enviada a Revista Veintitres - 17 de octubre de 2007
Sr. Director de la revista Veintitrés:
Una vez más la referencia mediática de un debate, en lugar de aclarar, oscurece. En este caso debido al artículo de Diego Rojas, Revista Veintitrés, 11 de octubre de 2007, titulado “La Guerra de las Especies”.
A las interesadas y estrafalarias afirmaciones del Dr. Aleandri, se suman las inconducentes del escritor Luis Gusmán. Y tanto las preguntas del periodista, que básicamente reproducen con signos de interrogación los dichos de los chinchilleros reporteados, cuanto las respuestas de los elegidos por aquél para responderlas, no logran desentrañar el núcleo de la confusión.
La confusión se origina en algunos procedimientos que –deliberadamente o por ignorancia- adoptaron los chincilleros en la polémica, y que determinaron los ejes del “debate”.
El primero, la estrategia denominada amalgama, asumida por quienes confunden a todos sus adversarios en uno solo, para combatirlos con mayor facilidad. Así, señalar los defectos, contradicciones o incongruencias de alguno de ellos permite desacreditar al conjunto. En ese sentido, Aleandri pretende asociar los actos violentos o ilegales de grupos aislados con la metodología de los defensores de los derechos animales que pregonan el veganismo. Nunca nada más errado. En el caso de “Ánima” (que no tiene nada que ver con Animanaturalis), la reivindicación de la no violencia como método exclusivo de la acción y el activismo es uno de sus principios liminares.
El segundo, la utilización de los argumentos ad hominen. Por ejemplo, el veganismo, como forma de respeto a la vida no humana, es impugnado por los chinchilleros porque una de las tantas organizaciones que lo enuncia –y que no es representativa de esta causa-, recibiría donaciones “que nunca llegan a los animales”. De esta manera, no se cuestionan los fundamentos de la idea, sino la conducta de una de las tantas organizaciones que adscribiría a ella.
La nota de opinión del lúcido autor Luis Gusmán, lejos de profundizar en el análisis de la cuestión, se limita a expresar una serie de generalizaciones para desacreditar a los que rechazan el desarrollo de un tipo de actividad: la que se basa en la explotación de los animales. Inicialmente, enuncia una nostálgica evocación del oficio de “peletero”, y la angustia que provocaría su desaparición. Pero no corresponde subordinar un debate ético a la preservación de una “fuente de trabajo”. Cuando la sociedad decidió que no era admisible la tortura para lograr la confesión de los imputados, debió vencer los argumentos que los pragmáticos oponían a los principistas, sobre la eficacia del método para evitar males mayores. Pero nunca se hubieran tomado con seriedad objeciones derivadas de la preservación del oficio de los fabricantes de los instrumentos de tortura, o de la del oficio de “verdugo”.
Para los demócratas atenienses, los esclavos no debían tener derechos, y eran la base de su economía. Entre los españoles, había muy pocos que osaban considerar seres humanos a los indígenas, y su explotación llenó de oro y riquezas a Europa. La esclavitud perduró en las legislaciones más democráticas hasta hace menos de ciento cincuenta años, y las mujeres tampoco eran consideradas suficientemente capaces como para ser titulares de derechos civiles y políticos. Los pioneros en las luchas contra estas injusticias fueron considerados por sus detractores como herejes, traidores, locos e irresponsables porque sus ideas amenazaban intereses y paradigmas de organización social.
El hecho de que el círculo de nuestras consideraciones éticas no se limite al ser humano, y se extienda a otros seres sintientes, no es otra cosa que un cambio universal de paradigma civilizatorio. Pretender engarzar estas ideas con el tránsito de “la sociedad del trabajo” hacia la “era postindustrial”, y sindicar a los movimientos “pro derechos animales” como causa-consecuencia de la fragmentación social es un dislate.
Mezclar la lucha de los partidarios de los derechos animales con la concurrencia de “cada persona acompañada de su mascota” a la celebración de cumpleaños de perros es equivocado. ¡No son las mismas personas, Sr. Gusmán! Si ese cumpleaños es en Buenos Aires, y en pleno invierno, seguramente encontrará –entre los abrigos de los humanos o de los no humanos asistentes- alguna piel, y entre los comestibles del festejo, alguno de origen animal.
Por último, relacionar el triunfo de determinados valores en la última elección de la Capital Federal con la cuestión que aquí se pretende debatir, es aventurado. ¿Sabe Gusmán acaso cuántos peleteros y cuántos veganos votaron por Macri, o por Telerman o en blanco?
Muchos de nosotros combatimos el trabajo en negro, la desocupación, “en fin, lo que se llama el capitalismo salvaje”; militamos política y socialmente. Y coincidimos con los que defienden el medio ambiente de la explotación depredatoria.
En síntesis, Gusmán puso su pluma al servicio de una causa que atrasa. Gran parte de la sociedad argentina no es aún vegana, pero ya rechaza el uso de pieles animales. Seguramente Botnia, los defensores de la recién ahora cuestionada monarquía española y los empresarios y trabajadores que viven de las corridas de toros, aplaudirán a novelistas “transgresores” que, como Luis Gusmán, reflejen la angustia que padecen ante el ataque de sus “enemigos”.
Atentamente: Jorge Luis Portero. Abogado.
Ánima- Ética para los Derechos Animales
http://www.anima.org.ar/
Carta abierta al Director de la revista Veintitres .
http://www.anima.org.ar/movimientos/animaciones/voces/2007/carta-director-revista-veintitres.html
Carta abierta al Director de la revista Veintitres
Voces
La mirada del comentario y la denuncia. Mensajes y análisis del movimiento.
Año 2007
Jorge Luis PorteroCarta enviada a Revista Veintitres - 17 de octubre de 2007
Sr. Director de la revista Veintitrés:
Una vez más la referencia mediática de un debate, en lugar de aclarar, oscurece. En este caso debido al artículo de Diego Rojas, Revista Veintitrés, 11 de octubre de 2007, titulado “La Guerra de las Especies”.
A las interesadas y estrafalarias afirmaciones del Dr. Aleandri, se suman las inconducentes del escritor Luis Gusmán. Y tanto las preguntas del periodista, que básicamente reproducen con signos de interrogación los dichos de los chinchilleros reporteados, cuanto las respuestas de los elegidos por aquél para responderlas, no logran desentrañar el núcleo de la confusión.
La confusión se origina en algunos procedimientos que –deliberadamente o por ignorancia- adoptaron los chincilleros en la polémica, y que determinaron los ejes del “debate”.
El primero, la estrategia denominada amalgama, asumida por quienes confunden a todos sus adversarios en uno solo, para combatirlos con mayor facilidad. Así, señalar los defectos, contradicciones o incongruencias de alguno de ellos permite desacreditar al conjunto. En ese sentido, Aleandri pretende asociar los actos violentos o ilegales de grupos aislados con la metodología de los defensores de los derechos animales que pregonan el veganismo. Nunca nada más errado. En el caso de “Ánima” (que no tiene nada que ver con Animanaturalis), la reivindicación de la no violencia como método exclusivo de la acción y el activismo es uno de sus principios liminares.
El segundo, la utilización de los argumentos ad hominen. Por ejemplo, el veganismo, como forma de respeto a la vida no humana, es impugnado por los chinchilleros porque una de las tantas organizaciones que lo enuncia –y que no es representativa de esta causa-, recibiría donaciones “que nunca llegan a los animales”. De esta manera, no se cuestionan los fundamentos de la idea, sino la conducta de una de las tantas organizaciones que adscribiría a ella.
La nota de opinión del lúcido autor Luis Gusmán, lejos de profundizar en el análisis de la cuestión, se limita a expresar una serie de generalizaciones para desacreditar a los que rechazan el desarrollo de un tipo de actividad: la que se basa en la explotación de los animales. Inicialmente, enuncia una nostálgica evocación del oficio de “peletero”, y la angustia que provocaría su desaparición. Pero no corresponde subordinar un debate ético a la preservación de una “fuente de trabajo”. Cuando la sociedad decidió que no era admisible la tortura para lograr la confesión de los imputados, debió vencer los argumentos que los pragmáticos oponían a los principistas, sobre la eficacia del método para evitar males mayores. Pero nunca se hubieran tomado con seriedad objeciones derivadas de la preservación del oficio de los fabricantes de los instrumentos de tortura, o de la del oficio de “verdugo”.
Para los demócratas atenienses, los esclavos no debían tener derechos, y eran la base de su economía. Entre los españoles, había muy pocos que osaban considerar seres humanos a los indígenas, y su explotación llenó de oro y riquezas a Europa. La esclavitud perduró en las legislaciones más democráticas hasta hace menos de ciento cincuenta años, y las mujeres tampoco eran consideradas suficientemente capaces como para ser titulares de derechos civiles y políticos. Los pioneros en las luchas contra estas injusticias fueron considerados por sus detractores como herejes, traidores, locos e irresponsables porque sus ideas amenazaban intereses y paradigmas de organización social.
El hecho de que el círculo de nuestras consideraciones éticas no se limite al ser humano, y se extienda a otros seres sintientes, no es otra cosa que un cambio universal de paradigma civilizatorio. Pretender engarzar estas ideas con el tránsito de “la sociedad del trabajo” hacia la “era postindustrial”, y sindicar a los movimientos “pro derechos animales” como causa-consecuencia de la fragmentación social es un dislate.
Mezclar la lucha de los partidarios de los derechos animales con la concurrencia de “cada persona acompañada de su mascota” a la celebración de cumpleaños de perros es equivocado. ¡No son las mismas personas, Sr. Gusmán! Si ese cumpleaños es en Buenos Aires, y en pleno invierno, seguramente encontrará –entre los abrigos de los humanos o de los no humanos asistentes- alguna piel, y entre los comestibles del festejo, alguno de origen animal.
Por último, relacionar el triunfo de determinados valores en la última elección de la Capital Federal con la cuestión que aquí se pretende debatir, es aventurado. ¿Sabe Gusmán acaso cuántos peleteros y cuántos veganos votaron por Macri, o por Telerman o en blanco?
Muchos de nosotros combatimos el trabajo en negro, la desocupación, “en fin, lo que se llama el capitalismo salvaje”; militamos política y socialmente. Y coincidimos con los que defienden el medio ambiente de la explotación depredatoria.
En síntesis, Gusmán puso su pluma al servicio de una causa que atrasa. Gran parte de la sociedad argentina no es aún vegana, pero ya rechaza el uso de pieles animales. Seguramente Botnia, los defensores de la recién ahora cuestionada monarquía española y los empresarios y trabajadores que viven de las corridas de toros, aplaudirán a novelistas “transgresores” que, como Luis Gusmán, reflejen la angustia que padecen ante el ataque de sus “enemigos”.
Atentamente: Jorge Luis Portero. Abogado.
Ánima- Ética para los Derechos Animales
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