El domigo se volverá a celebrar la tortura y la muerte en Tlacotalpan
ASUNTO TORO
©Por Eduardo Lamazòn
La masacre cotidiana de los animales es una catástrofe en México. Acaba de pasar Tlacotalpan y viene el "paseo del buey", en Querètaro.
La estampida y vuelo del toro Pajarito* sobre la gente en la plaza de la capital, hizo reflexionar a algunos irreflexivos que "pudo ser una tragedia", ignorando que para el toro es siempre una tragedia.
Es que la vida del toro vale menos, según ellos.
Las corridas de toros y las fiestas de sangre en nombre del folklore o de la virgen de turno pueden ser legales o toleradas, en tanto la falta de conciencia prive en las comunidades, pero su realización no es moralmente justificable.
El antropocentrismo (el poner al hombre como el centro de la vida y del mundo) no tiene fundamento filosófico porque es éticamente reprobable. No es patrimonio de la inteligencia arrasar a otra especie solo porque somos más inteligentes. Inteligencia para destruir no es inteligencia. No es inteligente el que no asume su compromiso moral frente a los demás y a la naturaleza.
Desde siempre el hombre se ha valido de su proclamada superioridad para abusar de los animales, para comerlos, para vestirse, para divertirse y para sentarse.
Sostiene que el animal es inferior, y que su destino único es la muerte, pero para la naturaleza es igual la muerte de una lagartija que el deceso de un presidente.
Tlacotalpan ha sido celebrada por la UNESCO cuando la nombró patrimonio cultural de la humanidad. Su gente o sus visitantes no hacen honor al privilegio cuando borrachos de alcohol y de olor a sangre persiguen, hieren, torturan y humillan a los toros hasta la muerte, para enloquecer de felicidad...
Una felicidad barata como más barata no hay, porque hay que tener el cerebro en estado de putrefacción para divertirse suicidándose de estulticia.
Antonio Porchia escribió hace muchos años que "Cien hombres juntos son la centésima parte de un hombre".
Y allá en sus oficinas las siempre incomprensibles autoridades que una vez mas rechazaron prohibir la barbarie. Que baile y que se emborrache el pueblo ignorante, estúpido, olvidado. No es difícil imaginar los propósitos ocultos detrás de estas posturas de gobernadores, alcaldes, legisladores.
La fiesta seguirá y con ella el dolor animal.
Los argumentos con que se defienden los taurinos serían graciosos si no causaran tanto daño a seres vivos, magníficos, que sienten y que sufren. Dice un señor taurino que si no fuera por su pasatiempo la raza se acabaría, como si pudiéramos creer que todo lo hace por preservar una raza, él, que la mata.
Dice otro señor taurino que el toro se cría y vive de maravillas para sufrir en su final sólo unos minutos. ¡Bravo! Ya encontró un argumento con el que podría criar niños para matarlos en la "Plaza de Niños México".
Y dice un tercero que su fiesta le da trabajo a mucha gente. Si, como el narcotráfico y la guerra.
En cuanto a la valentía del torero, podría ponerse delante de una locomotora para que la desquite bien.
Las pasiones, ya se sabe, suelen estar enfrentadas con el razonamiento. Curioso mundo el que nos ha tocado vivir, a casi todas las horas del día. El hombre mata en nombre del arte y de cualquier cosa. Suprimir una vida con el único respaldo intelectual del derecho que da poder hacerlo, sin que nada lo impida, ni la ley, ni el vecino, es de una miseria humana inconmensurable, aterradora.
De un artículo escrito en Febrero de 2006.
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